Invitando a las Almas de los Muertos

By Netanel Miles-Yépez

Translation by Lucia Gastaldi

Cuando era un niño mi abuelita me ponía a dormir y decía sus oraciones conmigo, todas las noches orábamos por mi madre, mi hermano, mis tíos y cada uno de mis primos. Y cuando terminábamos de orar por los vivos entonces orábamos por los muertos, por sus padres, sus hermanos, por  mi abuelo que estaba en el cielo y por mi primo quien había sido asesinado. Recuerdo como me sentía, era como si estuviéramos cumpliendo un propósito sagrado con estas oraciones, al ofrecerle algo necesario a las almas de los difuntos  yo dormía más tranquilo. No fue hasta que me hice mayor que me di cuenta de que la mayoría de la gente que conocía no le rezaba a sus muertos. Los muertos eran simplemente muertos para ellos. O era una especie de paraíso donde los muertos no necesitaban nuestras oraciones o un infierno donde nuestras oraciones no les podían ayudar. Pero el cielo de mi abuela no era un lugar fuera de alcance donde los muertos no tenían nada que ver con nosotros. Su cielo era el lugar de las almas, donde nuestros ancestros y seres queridos vivian juntos, un lugar donde nosotros podíamos seguir hablando con ellos para ofrecerles nuestro amor y pedirles ayuda cuando lo necesitáramos.

Es esta creencia, esta visión del mundo espiritual que da vida a El día de los muertos en la cultura mexicana. Cada año el 2 de noviembre corresponde al  día de todas las almas, en la iglesia católica mucha gente cree que los muertos hacen un largo viaje de regreso desde mundo espiritual para estar con nosotros aquí en la tierra. Por lo tanto la gente va  al cementerio a lavar y decorar sus tumbas, muchas veces llevan comida al cementerio para pasar tiempo con sus difuntos.

En México se llevan a cabo grandes fiestas en el cementerio hasta el anochecer,  la gente canta y baila en medio de velas colocadas en la tumba. En las casas se realizan altares y hacen ofrendas de comida y otros objetos in honor a nuestros seres queridos para hacer que su viaje valga la pena.

Aunque la ofrenda puede verse como un altar para culto religioso, en realidad es un monumento espiritual y un lugar de comunión. Es el punto focal en nuestras casas para saludar a nuestros seres queridos a veces hay cerca una vasija con agua y una toalla con la cual ellos pueden refrescarse de su largo viaje. En el altar se encuentra a menudo el pan de muerto, pasteles dulces en forma de huesos, sal y algo para que ellos beban. Si a ellos les gustaba el tequila en su vida como a mi abuelita se puede encontrar también en el altar.

Los altares que se realizan y las ofrendas son realmente tanto para ellos como lo son para nosotros. Son el símbolo de la comunión con los difuntos. Se dice que los difuntos consumen de la comida la sustancia espiritual y la comparten con nosotros. Al mostrar sus fotos les recordamos que no los hemos olvidado. Al hacer ofrendas de amor les demostramos que aún están presentes en nuestros corazones y les pedimos que sigan estando presentes en nuestras vidas, les pedimos que nos guíen a través de su visión de las dificultades de la vida e intercedan por nosotros desde el otro lado. Por lo tanto el día de muertos es un día de los más sagrados y los más humanos de nuestros días festivos. Nos recuerda de lo preciosa que es la vida y lo sagrado de nuestras relaciones con la gente que amamos. Y al menos recordamos que la muerte no puede robar nuestra alegría si la aprovechamos y mantenemos la conexión con la muerte.